Érase una vez...: Lajes das Flores

Érase una vez un pequeño barco, en un simpático puerto de un acojedor pueblecito, en una mágica y remota isla en medio del inmenso Océano... el barco se llamaba Xebec, el puerto era el de Lajes y la isla la de las Flores, porque en ella estas crecen por todos lados como por arte de magia.

En aquel pueblo vivía un hombre a quien sus vecinos llamaban "El Español", aunque los otros españoles que visitaban la isla decían que no parecía español... porque ni bebía, ni seguía el fútbol, ni hacía otras cosas supuestamente típicas de los españoles.

Xebec en su último amanecer en Lajes das Flores

El Español había llegado hacía mucho tiempo a aquella isla a bordo de aquel barco, vino de un país lejano poblado por gente de piel oscura donde casi nunca llueve y el viento siempre sopla del Nordeste, pero de eso hacía tanto que ya casi nadie se acordaba.

Durante años El Español estuvo reparando su barco, sin prisa pero sin pausa, como una hormiguita que sabe que a la larga muchos pocos hacen un mucho... él no tenía mucho dinero, pero si bastante suerte, y así fue que en aquella isla, a pesar de ser un total desconocido, dio con personas buenas que le ayudaron desinteresadamente, y de esa forma pudo arreglar su barco sin arruinarse en el intento.

Xebec detrás de la balieira del club naval de Lajes das Flores

Hasta que un buen día el barco estuvo listo y las señales comenzaron a decir que era el momento de partir... y ahí es donde comienza esta historia, el 14 de junio de 2015.

Lo cierto es que era bastante reticente a marcharme de Lajes das Flores, llevaba tanto tiempo ahí que ya casi había echado raices, y si no fuera porque estaba solo me hubiera quedado para siempre, pero supongo que el Mundo y la Vida son tan grandes que de alguna forma hay que intentar aprovecharlos mientras se tiene salud y medios materiales, y no tiene sentido quedarse en el mismo sitio indefinidamente sólo por no buscarse problemas, al final los problemas vienen a buscarnos de todas formas estemos donde estemos.

Así fue como aquel domingo solté amarras después de más de dos años en Lajes das Flores, justo cuando salí por la bocana del puerto el Sol empezó a asomarse en el horizonte, marcando de alguna forma un nuevo amanecer en mi vida, dejando atrás una vida estable, predecible y cómoda, mientras comenzaba a avanzar hacia lo desconocido, donde precisamente por no saber que es lo que ocurrirá mañana siempre se tiene la esperanza de encontrar algo mejor o al menos diferente.

El puerto de Lajes das Flores quedando atrás

En un principio dije que iría a la siguiente isla, Faial, a unas ciento y pico millas de Flores, de alguna forma era lo lógico y lo que hacía todo el mundo... pero realmente no acababa de sentirme a gusto con la idea, algo me decía que la isla de las Flores, siendo tan mágica como es, todavía debía de tenerme preparado algún regalo de despedida ^_^

Así que en el último momento puse rumbo a Santa Cruz das Flores, la capital de la isla, donde todavía me faltaba despedirme de algunos amigos, hacer algunas compras, y además era un sitio adecuado para esperar por un buen día para visitar la cercana isla del Cuervo... cuando algo merece la pena todas las excusas son buenas ;-)

En esta foto se ven ya las primeras casas de Santa Cruz y al fondo la isla del Cuervo entre brumas, es un viaje de tan sólo 9 millas:

Xebec rumbo a Santa Cruz das Flores

Luego una vez que llegué a Santa Cruz das Flores la primera sorpresa fue que el agua estaba llena de medusas, había hasta varias decenas por metro cuadrado! la verdad es que fue una decepción grande, porque hacía un calor abrasador, y el agua estaba limpísima, podía ver mi ancla a pesar de estar a 15 metros de profundidad... era algo así como pasar hambre delante de un escaparate lleno de buena comida.

Medusas en el Puerto de San Pedro de Santa Cruz das Flores

Pero en la isla de las Flores nada ocurre por casualidad, y unas cosas llevan a otras como por arte de magia, aunque mucha gente no se de cuenta... así fue como las medusas me llevaron a bajar a tierra antes de tiempo en busca de un sitio donde bañarme primero, que no lo había, y de una ducha fría después, de tal forma que la única ducha pública del pueblo resultó estar en frente de un concierto especial que no hubiera querido perderme y donde me encontré con mucha buena gente de quien tenía que despedirme en condiciones antes de marchar de la isla... pero bueno, eso es otra historia para contar en otro momento ^_^

El caso es que después de 2 años con el barco "en pausa" volví por fin a navegar y a vivir fondeado aquí y allá, los primeros días fueron muy intensos y especiales, algo así como un pájaro que vuelve a volar después de años en una jaula... ya no me acordaba de como era navegar y vivir fondeado en sitios remotos e inaccesibles, con el viento y el cielo como compañeros, la magia de las noches sin luces artificiales, con sus miles de estrellas susurrando lo que traerá el mañana...

Y cuando volví a ver como era, me di cuenta de que me gustaba y me sigue gustando!

Amanecer en el puerto de san pedro de santa cruz das Flores

En Santa Cruz elegí fondear en el puerto de San Pedro, que es donde más fácil es entrar y salir de los 4 que tiene el pueblo, este es un detalle importante, en especial cuando se navega solo y no hay manos para ayudar en los momento críticos.

Incluso en este puerto, el lugar normal es con la popa amarrada en frente de esas escaleras que se ven en esta foto:

EL puerto de San Pedro de Santa Cruz das Flores

Y yo al ir solo me tuve que poner fondeado en 15 metros de profundidad, bastante para afuera, porque es que la maniobra de entrar en ese hueco, echar el ancla en el lugar preciso y a la vez pasar un cabo desde la popa por el noray del muelle... sencillamente no es para hacerla una persona sola, sino por lo menos dos, una en el barco y otra en el bote auxiliar, y aún así con cuidado, que las rocas serán muy mágicas pero están bien duras!

Xebec fondeado en el puerto de San Pedro de Santa Cruz das Flores

Después una vez en tierra hay hasta aparcamiento para botes con sombra, lo que en el caso de botes inflables como Haruhi se agradece, porque fuera del agua con un Sol muy fuerte el aire puede aumentar demasiado de volumen y llegar a dañar los tubos de la embarcación.

cueva para dejar los botes auxiliares en el puerto de San Pedro de Santa Cruz das Flores

Y por si todo eso fuera poco, el puerto de San Pedro está justo donde comienza la pista del aeropuerto de la isla, de tal forma que casi se puede saludar a los pilotos desde el barco cuando aterrizan y despegan.

En esta foto se ve como aterriza un avión (en el centro), está un poco borrosa porque la tomé a través de la capota del barco:

avión aterrizando en la isla de las Flores

Unos días después, recibidos los regalos sorpresa de la isla, hechas las despedidas correctamente, las últimas compras y agotadas todas las excusas, llegó el momento de decir adios a la isla de las Flores, esta vez de verdad, aunque en el fondo con el deseo de encontrar una buena excusa para volver más pronto que tarde.

De Flores fui a la isla del Cuervo, famosa por ser el municipio más pequeño de Portugal y quizás el más tranquilo de toda Europa, con tan sólo unas 400 personas en toda la isla, pero eso ya lo cuento en el siguiente capítulo ;-)

 

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Nacho, el autor de esta web

Nacho (el autor de esta web)

En otros tiempos informático, desde 2004 vivo de una forma más coherente conmigo mismo, siendo esta web consecuencia directa de ello, la creé para promocionar mi consultorio y acabé hablando de todo tipo de cosas.

Nací en España hace 45 años, y hace mucho que no llevo una vida "normal", primero viví en un barco durante 10 años, luego en una remota aldea azoriana, y desde junio de 2022 estoy en Argentina en busca de nuevos horizontes.

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