Escrito el 23/Mayo/2022 por Nacho
Después de 9 años viviendo en Azores finalmente llegó el momento de partir, y así fue que el pasado jueves entregué las llaves de mi casa, envié por barco las pocas pertenencias personales que tengo, y tomé un avión para Lisboa, cerrando con ello una etapa de mi vida que cada vez se me hacía más pesada.
Quizás lo mejor de todos estos años haya sido la sabiduría que pienso he ido ganando poco a poco, porque desde luego a nivel material me voy más pobre de como llegué, habiendo tenido que vender el barco forzado por las circunstancias, y sin haber logrado tampoco grandes cosas a nivel de relaciones humanas; es obvio que hace muchos años que estoy más fuera que dentro de esta sociedad, y eso inevitablemente levanta un muro invisible entre la mayoría de personas y yo, no puede ser de otra manera.
Una vez más la mudanza vino forzada por las circunstancias: sólo desde el pasado 20 de abril volvió a ser posible volar entre Azores y Lisboa sin vacunas ni tests de Covid, se trata de una excepción que pienso puede cambiar de un momento a otro, y en vista de que los casos de Covid están subiendo con rapidez en Azores, decidí salir corriendo antes de que las islas se vuelvan a convertir en una cárcel para disidentes.
Así es que estas últimas semanas no paré un momento con todos los detalles de la mudanza, tuve que desmontar la casa en menos de dos semanas, metiendo en cajas las cosas que quería llevarme y regalando o tirando a la basura el resto:
Fue una buena oportunidad para hacer limpieza a todos los niveles, ya que debido al coste del transporte por barco sólo pude llevarme lo realmente importante: muchos libros, los papeles del consultorio, material informático y cuatro cosas más, el resto quedó atrás, con pena pero también con la sensación de que de esa forma hago sitio para que lleguen cosas nuevas a mi vida.
Al final todo lo que conseguí llevarme fue un metro cúbico escaso, las 10 cajas que pueden verse en esta foto:
Atrás quedó mi colección de 200 cartas náuticas en papel, un montón de ropa, comida, libros, mi silla de oficina, el bote inflable de Xebec, herramientas, trastos varios... cosas por las que sentía apego pero que no tenía sentido ir arrastrando 3000 kilómetros para guardarlas en el trastero de la casa de mi madre quizás para acabar tirándolas a la basura años después.
De alguna manera lo viví como una limpieza íntima y una liberación, desde que vendí a Xebec hace ya casi 3 años siempre estuvo presente la posibilidad de volver a tener otro barco, y al deshacerme de las cosas que no vendí con el barco esa opción queda definitivamente descartada, en especial en estos tiempos donde hay que moverse ágilmente al ritmo de los acontecimientos.
Y así fue como casi sin darme cuenta despegué por última vez de Azores, empujado por las circunstancias pero también guiado por Dios (espero):
Escribo estas líneas desde Cantabria (España), pero espero no quedarme mucho tiempo aquí, lo justo para recibir los paquetes que envié por barco y hacer algunos papeles, luego debería estar partiendo en busca de nuevos horizontes y oportunidades, adaptándome a los acontecimientos y las circunstancias sobre la marcha, pienso que según están las cosas es lo mejor que puedo hacer, quedarme en Europa a verlas venir no me parece buena idea.
Ya iré contando las cosas según vayan ocurriendo, pero mientras me "estabilizo" en un nuevo destino imagino que no tendré tiempo de escribir artículos tan elaborados como hice durante el último año, todo no se puede, al menos no al mismo tiempo.