Una visita en el tiempo
Siempre me han atraído las casas antiguas, la gran mayoría están abandonadas a sus propios recuerdos, sin embargo yo las percibo como libros abiertos para los que nos detenemos a escuchar sus historias.
El poder entrar en ésta me pareció un milagro, subí su gran escalinata de piedra mientras los pies se acoplaban como podían a unos peldaños desgastados por el paso del tiempo, la hojarasca y el polvo la invadían totalmente. Me detuve ante la gran puerta de entrada, por un momento mis dedos buscaron esa aldaba en forma de mano de mujer sobre la que no llegue a apoyarlos, acaricie su madera envejecida y sigilosamente la puerta cedió invitándome a entrar.
Lo que en principio percibí como olor a humedad no era así exclusivamente, era olor a soledad y abandono, fui recorriendo despacio cada una de las estancias intentando ver en aquella semipenumbra y dejándome envolver en esa luz de misterio que hace brotar las sensaciones mas profundas, crujían mis pisadas sobre los tablones desvencijados como lamentos de un tiempo pasado, por alguna rendija se colaba, tímida, la luz que las contraventanas no lograba detener.
En una de las habitaciones y cerca de un balcón canario con sentadero a ambos lados, había un reclinatorio, la luz entraba sobre él iluminándolo ¡cuantas oraciones y sonsonetes habría suscitado!
En otra, una silla desvencijada y en su respaldo, el contraluz me permitió ver una araña tejiendo sin descanso su morada, como queriendo reivindicar que siempre hay un ser viviente dispuesto a luchar por su existencia.
Tuvieron que pasar muchos años, hasta que en mi deambular por la vida volví a aquella casa para hacer compañía a la araña y comenzar a tejer mi vida de nuevo, afanosa, sin descanso...
Enare
Nota: si quieres contactar con Enare puedes escribirme a mi y yo le haré llegar tu mensaje.