Plegaria mínima al amor
Hoy, cuando recuerdo nuestra relación amorosa, me resisto a creer que llegó a su final, por eso apelo a la magia angelical y a sus mensajeros de amor y sabiduría, para que sean ellos "como siempre" los portadores de buenas nuevas y, en especial, recurro a ti ángel Cupido, mensajero del amor incondicional por excelencia.
No he querido perder la alegría de reír, de soñar y de vivir y mucho menos la de canalizar la energía necesaria, para poder analizar las etapas que he tenido que asumir y dirigir, como uno de los protagonistas de este inolvidable y tierno idilio.
No es nada fácil cerrarle la puerta al amor, finalizar un ciclo amoroso o concluir un capítulo sentimental en nuestras vidas. No importa el nombre que le asignemos; es poco probable que logremos enterrar en el pasado, momentos tan sublimes, que han marcado nuestras vidas con la tinta indeleble del amor.
Ha pasado mucho tiempo y me pregunto porqué ha sucedido así y no de otra manera mucho más placentera. Y justamente mi mente así te recuerda, con la venia del escritor y poeta Aldemar Medina Rodríguez, mi entrañable india cimarrona:
Por los gozosos días a voluntad compartidos/ contigo mi entrañable y sin par india cimarrona,/ la siempre fiel y noble concubina de mi alma;/ por las semanas sin fin que hoy despilfarras,/ por los espejos aún tibios con tu grata hermosura./ por los ríos de miel prestados a nuestros sueños./ gracias a Dios ya nunca me podrás volver a detener.
Furtivamente me colé por tus ojos grandes y morenos,/ una mañana aprovechando un descuido tuyo pequeño/ y sin querer te he podido coger una gran ventaja,/ aquella vez completamente saturada de matices/ el día en que coquetamente sacaste tu pañuelo,/ procurando sin lograrlo engañarme con tus lágrimas;/ cuando claramente me pude ver por completo reflejado/ en tus enigmáticas, lindas, negras y soñadoras pupilas,/ desafortunadamente ya nunca más podrás alcanzarme/ y mucho menos tratar de desterrarme de tu corazón;/ puesto que con la anuencia de nuestro padre celestial,/ todavía transito y, lo que es mejor, sin tu permiso,/ por los corredores privados y sutiles de tus ojos;/ perdido en las galerías angelicales de tu cerebro,/ y en cada uno de los millones y millones de tus células,/ cuando con paso firme y por vez primera penetré/ en la recóndita intimidad de tu existencia terrenal,/ ¡abierto, descalzo, desnudo y simple como siempre!...
Me han dicho que, simultáneamente, no es posible estar en el presente y en el pasado y que no debo intentar entender lo sucedido. Que el pasado no volverá y que sólo los amantes eternamente niños, reviven día y noche, su relación con una persona que se fue para nunca más volver.
Se me ha pedido de mil maneras que deje de tener encendida la "televisión emocional", para que no pueda ver siempre el mismo programa: el sufrimiento que al parecer conlleva determinada pérdida. Y algo más, que no piense tanto en eso, porque eso no hace sino envenenarme el sentimiento.
Y, por último, me han advertido los expertos que: "No hay nada más peligroso que una ruptura sentimental, que nos negamos a aceptar". Pero una cosa es lo que me dicen y otra lo que mi corazón siente, y yo siento que nunca he podido dejarte de amar y mucho menos de querer.
Que es más fácil decirle a un río caudaloso: detente en tu cauce, que impedirle al alma exteriorizar un sentimiento.
Que es más fácil abandonar una mala costumbre o un hábito pernicioso, que hacerle olvidar al corazón una historia de amor.
Que es más fácil pedirle a una turba enardecida que en lugar de actuar, piense, que decirle a un noble sentimiento que guarde silencio.
¡Oh, Señor!, todos los recuerdos que has puesto bajo mi cuidado, tómalos y perpetúalos a través de ella.
¡Oh, Dios y rey mío!, por favor, te ruego que aumentes mis oportunidades para que jamás pueda olvidarla.
¡Oh, Dios!, si tu mano estuviera conduciéndome, para hacer según tu palabra, permíteme que con suficiencia ahora la recuerde.
¡Oh, Señor!, te ruego que no nos separes nunca, no importa que sea ella, la tentación misma que presiona mis emociones y la causante de todas mis carencias físicas.
Ahora bien Señor, si no nos es posible vivir juntos en el más acá, sólo te pido que nos permitas vivir así, en el más allá.
Onofre Alberto Perdomo Toro
(Palmira Valle, Colombia - Suramérica)