A menudo se dice que el Tarot debería ser usado para ayudar a otras personas, pero la cuestión es en que situaciones y hasta de que manera puede ser de ayuda.
A menudo a las personas nos pasa que nos obcecamos, quizás tenemos delante de nuestras narices la solución a nuestros problemas y no queremos verla, o sencillamente no nos damos cuenta de cosas evidentes porque inconscientemente no queremos verlas (las cosas sencillas a menudo son las más difíciles de ver), otras veces no queremos aceptar determinados aspectos de nuestra realidad presente, por ejemplo el no querer aceptar que alguien no nos quiere o que nuestra situación económica es muy preocupante, cosas evidentes difíciles de "tragar"...
Yo creo que es en estos casos donde el tarot, como "arte adivinatorio", resulta muy eficaz, a menudo es lapidario en sus respuestas, dando en el clavo con asombrosa precisión. Los problemas vienen a continuación, porque no es nada fácil decirle a una persona a la que le ha dejado su pareja y está sufriendo mucho por ello (además te cuenta sus problemas casi llorando) que las cartas parecen sugerir que esa persona en realidad no la quería demasiado e incluso le resultaba perjudicial, y no sólo eso si no que parece ser que ella además tiende a no querer aceptar la realidad y para colmo se encuentra en un estado de "enajenación mental pasajera", vamos, que sería recomendable que visitase un psicólogo.
Después, aunque la persona que eche las cartas consiga transmitirle el mensaje de estas de una manera constructiva y adecuada (lo cual a veces puede parecer imposible), la persona que tiene el problema tiene que escuchar lo que le dicen, pararse a pensar hasta que punto es cierto, darse cuenta de las cosas en que estaba "obcecada", y lo que ya es el novamás: tomar las medidas y acciones necesarias en su vida para intentar cambiar su situación. Todo esto, es algo que las cartas no van a hacer, ellas sólo saben decir cosas, pero hacer hacer... eso es asunto de las personas.
Es por esto que se asume una responsabilidad muy grande cuando se echan las cartas a alguien, y si no lo vemos claro, lo mejor es decirle que preferimos no echárselas y contarle el motivo, a menudo le ayudaremos más invitándole a el o a ella a merendar y charlando un rato sobre sus problemas que echándole las cartas, siempre habrá algún consejo o alguna observación positiva que se nos pueda ocurrir basándonos en nuestras experiencias personales. (y si no al menos procurar que la merienda esté bien rica, que comer bien es muy reconfortante).
Además hay que decir que hay situaciones difíciles que no tienen una solución fácil ni rápida, por ejemplo una persona que haya perdido a un familiar querido, o una persona con una enfermedad grave o con una discapacidad, personas con un entorno familiar o social hostil, personas que sencillamente no han tenido suerte en la vida, relaciones sentimentales fracasadas... En la vida existen situaciones desesperadas y dramáticas, y no van a dejar de serlo por mucho que echemos las cartas.