Escrito el 8/Enero/2022 por Nacho
Viendo todo lo ocurrido estos últimos años, no puedo evitar sentir que vivimos en una civilización decadente y en proceso de descomposición, algo así como un enfermo terminal al que se le aplican tratamientos cada vez más desesperados, pero que en el fondo todo el mundo sabe que le queda poco tiempo de vida.
Y como queriendo confirmar esto, hace poco llegó hasta mi la Teoría del Ciclo de las Civilizaciones de Gustave Le Bon, que básicamente plantea, en 1895, que el pilar fundamental de cualquier civilización es un "ideal épico/mágico" compartido por sus integrantes, de tal forma que cuando se pierde este ideal la sociedad entra en decadencia y se derrumba.
La parte buena de esto es que al mismo tiempo que se derrumba lo viejo se crean las condiciones para que surja lo nuevo, y es por eso que me pareció útil compartir esta teoría: para reconocer la situación en la que estamos y saber apostar por lo nuevo sin perder tiempo y energías en lo viejo.
Pero lo mejor es entender primero las etapas de cualquier civilización según Gustave Le Bon:
Primero, un grupo de personas de diverso origen se juntan debido a circunstancias y avatares del destino, siendo su principal nexo de unión el reconocimiento de una serie de normas y creencias bajo la autoridad débil de un jefe.
Se trata de un grupo muy inestable, con tendencia a ser impulsivo, violento y a la vez heroico; vendrían a ser como los bárbaros que derrumbaron el Imperio Romano cuando ya estaba en decadencia.
4 de Septiembre de 476: Romulus, último emperador romano,
se rinde ante los bárbaros liderados por OdoacerCon el tiempo, gracias a un entorno geográfico común, el formar parejas entre si, y el tener que hacer frente a problemas comunes, se acaba formando un grupo homogéneo; lo que antes era una muchedumbre ahora ya es un pueblo, y comienza a ser más estable y menos impulsivo.
Personas de diverso origen conversando en las ruinas de Roma tras su caídaPero el factor clave es cuando este pueblo adquiere un ideal común, hasta entonces es como si hubiese ido dando tumbos a lo largo de la Historia, pero una vez que adopta este ideal común, se produce una uniformidad en la manera de pensar y sentir de todos los miembros del grupo.
Este ideal siempre es épico y mágico, no materialista, puede ser el culto de Roma, la grandeza de Atenas o el triunfo de Alá; eso es secundario, lo fundamental es la cohesión y motivación que ese ideal genera en los miembros del grupo.
El arte religioso evocaba unas imágenes épicas y mágicas en la gente de su tiempo que hoy difícilmente podemos imaginarEs gracias a que persiguen el mismo ideal que pueden trabajar juntos dando lugar a una nueva civilización, con sus instituciones, creencias y manifestaciones artísticas, y al mismo tiempo, sin darse cuenta, van creando unos cimientos a nivel de subconsciente colectivo, lo que les permitirá hacer frente con éxito a todas las adversidades que encuentren.
Es por eso que forman un grupo estable y sólido, porque íntimamente comparten los mismos ideales y luchan "como un solo ser" por materializarlos, algo así como una bandada de cientos de pájaros, que se comporta como una entidad individual a pesar de estar compuesta por muchos individuos.
Bandada de estorninos en el Valle del Jordán - © Ronen ZvulunCon el tiempo su ideal se debilita, pierde "vitalidad psíquica" por así decirlo, y la civilización y sus individuos entran en decadencia.
Esto es porque en el fondo era esa "realidad invisible" la que daba fuerza y cohesión a todas las instituciones que formaban la civilización: militares, funcionarios, agricultores, artistas, intelectuales, técnicos y trabajadores de todo tipo; todos estaban animados por un ideal común, que era lo que les daba cohesión, fuerza y empuje.
Es lo que algunos ancianos expresan cuando dicen que "ya no se trabaja como antes", en el sentido de que no hay la motivación y el entusiasmo de otros tiempos, tanto por la vida como por el construir cosas nuevas y materializar con nuestros actos ese ideal compartido en el cual ya no se cree.
Al perderse el ideal común, la sociedad pierde su cohesión, su unidad y su fuerza, y eso lleva a que se transforme en un "enjambre de individuos aislados", aglutinados artificialmente por un conjunto de instituciones obsoletas y decadentes que ya no les representan y en las que cada vez menos gente cree.
Año 64: Gran incendio de Roma: el ideal romano entra en decadencia,
al mismo tiempo que comienza su ascenso el ideal cristianoParadójicamente, en ese "enjambre de individuos aislados" hay una tendencia a que surjan personas con nuevas ideas y puntos de vista, que precisamente por haber crecido en un entorno individualista pudieron seguir caminos diferentes e inexplorados a nivel espiritual e intelectual, son por así decirlo "el germen de lo nuevo".
Llegados a este punto, aunque la civilización todavía pueda parecer sólida externamente, en realidad es inestable, y cualquier adversidad imprevista puede destruirla sin remedio.
Año 455: Roma saqueada por los vándalos de GensericoDe hecho, el sello característico de esta etapa es un aumento exponencial del control de los individuos por parte del Estado, en un último y desesperado intento de "lo viejo" por evitar su desintegración.
Finalmente, de una forma u otra "lo viejo" colapsa y se vuelve a la situación primigenia en que grupos de personas muy diversas se juntan por circunstancias del destino, dando lugar a "muchedumbres inestables", y volviendo a empezar todo el proceso.
Según yo lo veo, estamos entre los puntos 6 y 7: habiendo perdido nuestro "ideal épico/mágico" hace tiempo, y sufriendo las consecuencias de un colapso gradual, un individualismo creciente y un control cada vez más asfixiante por parte del Estado.
Y de lo que se trata es de intentar dar el salto a los puntos 1, 2 y 3 sin entretenernos demasiado en los puntos 7 y 8; ya sé que esto es como querer hacer trampa con la Historia, saltándose lo malo para llegar pronto a lo bueno, puede que no sea posible, pero aún así hay que intentarlo, no tenemos nada que perder con ello ;-)
Está claro que tenemos muchas cosas en contra para dar ese "salto", no las enumero por no extenderme demasiado, pero mi conclusión es que la única forma de que dicho "salto" sea posible es aprovechar las circunstancias adversas y fortuitas en nuestro entorno, de tal forma que "por casualidad" se vuelvan a nuestro favor; esto puede sonar a "magia" pero no lo es, se trata del mismo mecanismo universal que subyace en todo el mundo material y por el cual funcionan el tarot y la astrología.
Descubrí un texto muy interesante en el tratado Liber sextus naturalium de Avicena, en el cual se dice que existe en el alma humana una especie de poder para alterar las cosas y subordinarlas a ella, en particular cuando el alma se encuentra invadida por un amor u odio muy intensos. Por tanto, cuando el alma de una persona cae en un arrebato de cualquier tipo de pasión, se puede demostrar experimentalmente que este exceso de pasión agrupa las cosas y las altera de la forma que desea, durante mucho tiempo no lo creí, pero después de haber leído algunos libros nigrománticos y otros similares sobre signos y magia, llegué a la conclusión de que la emocionalidad del alma humana es la causa principal de todas estas cosas, ya sea por causa, o como consecuencia de sus intensas emociones, el alma logra alterar su substancia física y el resto de cosas hacia las que dirige su atención [...]
San Alberto Magno citado por Jung en su libro sobre la sincronicidad
Por eso no hay que intentar integrarse en lo viejo, esto sólo puede ser cada vez más difícil, miserable y asqueroso, porque se trata de una sociedad y una civilización que ya están colapsando, y luchar contra ello es una carrera de ratas a ninguna parte; en vez de eso hay que ir un paso más allá y comenzar a construir "lo nuevo", lo que surgirá de las cenizas de "lo viejo".
Obviamente que este "apostar por lo nuevo" tampoco es fácil, pero al menos es un camino por el que merece la pena avanzar por muy duro que sea: lleva a juntarnos con otras personas conscientes, dar a luz nuevos sueños e ideales y hacer lo que podamos por materializarlos; quizás no vivamos lo suficiente para disfrutar de los frutos de ese esfuerzo, pero al menos es algo por lo que merece la pena vivir cada día.