Hacía tiempo que tenía ganas de rescatar del olvido este curioso vaticinio que apareció publicado por primera vez en 1964 en un libro de Wolfgang Johannes Beck titulado "Herzogshospitalgasse", y que el General Sánchez de Toca tuvo el acierto de traducir al español para publicarlo en su brillante libro Los profetas del bosque en 2002, es de ahí de donde lo transcribo.
Básicamente se trata de un vaticinio anónimo, supuestamente Beck habría conocido en persona al párroco Tomás, este le dio permiso para publicar su vaticinio pero pidió permanecer en el anonimato, lo cual al final lleva a que no se pueda estar seguro de su origen, pero lo cierto es que algo tiene que lo diferencia de la mayoría de los otros vaticinios del siglo XX.
Lo mejor es leerlo y que cada cual saque sus propias conclusiones:
Lo que [ahora ya] es rápido [en adelante aún] lo será más. El poder de la perdición ha tardado siglos en erigir su imperio mundial, pero cuando el poder de las tinieblas se llame "poder de la luz" para incendiar el mundo, ya no pasaran siglos, sino solamente años. Hasta el final, la oscuridad procurará ocultarse detrás de la luz. Esta luz brillará clarísima antes de que toda luz se apague. Al final de todo, antes de que los días sean tan oscuros como las noches, las noches se convertirán en días. El mundo se volverá pobre en cosas y rico en desechos. Surgirán montañas de cosas fuera de servicio; montañas de desperdicios crecerán entre las casas, se elevarán por encima de las casas. Las montañas de desperdicios que se han generado en estos 50 años no se podrán remover; ningún tiempo venidero podrá retirar lo que se ha levantado de desechos, porquería y cascotes. Me dan pena los niños que crecen en este mundo de ficción sin ninguna relación con las cosas reales. ¡Si sólo fuera la secularización!; pero lo que amenaza es la pérdida del sentido de la realidad. Este desarrollo amenaza al hombre y su naturaleza y precede a la realidad. Los hombres se darán cuenta demasiado tarde que sólo los que muestren ánimo pasarán el invierno. ¿Qué clase de ventaja es la de esta época, abrazarse a las cosas y respirar con ellas?, ¿qué es ganar tiempo a cambio de una sana respiración en el bosque y de chapotear y nadar en los arroyos y en los ríos?. A la vista de los tiempos que nos rodean, ya no cuenta correr descalzos como hemos hecho de niños. ¡Qué contacto con la Tierra! Los caminos del campo estaban llenos de terrones y de piedras duras. ¡Qué júbilo daba al corazón el sonido de la flauta del pastor en comparación con los chirridos de un disco! El hombre recuerda con ojos brillantes de nostalgia la belleza, aunque esté disminuida, cuando otros hombres la dañan todavía más. La fe puede trasladar montañas, pero necesita hombres que entiendan y acepten los milagros. Hay fuerzas ante las cuales el hierro fundido se deshace en polvo; no es el gusano, ni la podredumbre ni el orín. Lo que ahora destruye es de cristal, de piedra o de mineral. No sólo las noches se han hecho días; es que también nos darán mal por bien. Deshojarán toda flor, ya sea la belleza de un valle, un claro arroyo de montaña o la inocencia de un niño. Un cráneo a la puerta del pudor es la muerte que empuja desde el seno culpable. Veo una mujer de cabellos resplandecientes, pestañas suaves, piel lisa, dientes blancos, y cuerpo opulento que pierde su peluca rizada y sus pestañas artificiales. Sus pinturas se desconchan, la dentadura se le cae de la boca. Saltan las ballenas que aprietan bajo su pecho. Se rompen sus zapatos de tacón. El rombo de su fertilidad es una imagen sin sentido. La matriz abierta está corrompida, sale una calavera. La Virgen María llevaba a su Hijo al pecho, Los pechos que son un jardín de alegrías infértiles se secan. Los cuerpos se hinchan, se abren pústulas, empiezan a supurar, se hacen costras, se secan y se deshacen en polvo. Un lema dirá "Más alto, más rápido, más lejos". Pero sólo los sedentarios escaparán a la muerte. Los campos de los vivos se abonarán con la carne de los muertos. Primero explotará una campana; luego viene la época sin párrocos. Los belenes arderán en la estufa y los ornamentos sagrados servirán de tapetes. Primero se reirán de los rombos (el escudo de Baviera) y luego de la cruz. Los misioneros serán insultados y expulsados del país; quienes sólo querían ser misioneros serán insultados en alta voz. El idioma de Pentecostés cae en desuso, y destrozan con sus discursos el cuerpo terrenal de Dios. Nadie entiende ya a otro. Veo un capitán de navío. En la noche de tormenta que retrasa su entrada en el puerto, corta la cadena del ancla. Habrá mucha inteligencia y poco bien. A muchos naufragios pequeños seguirá uno grande. Siete hombres tendrán que trabajar para que uno tenga lo suficiente. Al exceso de lo superfluo seguirá la falta de lo necesario. Habrá casas en las que las comidas estén amontonadas hasta el techo; y en las mismas casas los cadáveres estarán apilados hasta el techo. El dinero sin la Madre de Dios, sin la doble águila y sin el león de dos colas no valdrá nada. Casas altas y urbanizaciones masivas estarán vacías. Al ansia de construir seguirá la destrucción de lo construido. A la inundación de luz, la oscuridad; al ruido, el silencio. Se amontonan nubes. Zigzaguean los rayos. A la guerra le sigue el hambre y la enfermedad. No arde ninguna lámpara. Las noches vuelven a ser noches. Quien pueda huir, huirá. Las distancias se harán grandes. Se volverá a contar por horas a pie. No puedo alegrarme de lo que viene; ya soy viejo, pero detrás de mí seguirán hombres que son jóvenes. Todos tendrán que pasar por lo que viene. Las grandes potencias son hipócritas y fortificarán todas las fronteras. No servirá de nada. Entonces llegará lo nuevo. El espacio será más grande y más chico. Patria e imperio no estarán contrapuestos. Las lenguas volverán a ser honradas y un lenguaje espiritual servirá de puente entre todos los idiomas del mundo. Volverá mucho de lo que se creía perdido. Veo una corona sobre dos coronas. La realeza legítima será de nuevo la protección contra el desorden. |